Desde la Cumbre del G7 en Canadá, Donald Trump ha vuelto a deslumbrar con sus profecías. Aseguró que Irán “acabará firmando un acuerdo” sobre su programa nuclear, porque, claro, el optimismo es su segundo nombre.

Mientras asegura estar “en contacto” con Netanyahu y “hablando con todos”, ignoró que un reciente ataque israelí hizo estallar las negociaciones. Pero en el mundo de Trump, los acuerdos son como los milagros: siempre están a la vuelta de la esquina.

Y sobre Rusia, se mostró menos entusiasta: “Las sanciones cuestan mucho dinero”, aunque rápidamente aclaró que “el dinero no es la cuestión”. La contradicción es arte.