Porque nada grita «democracia robusta» como arrestar al alcalde de Estambul, Ekrem İmamoğlu, desatando protestas que ni el sultán podría ignorar. Miles de ciudadanos han tomado las calles, mientras el gobierno de Recep Tayyip Erdoğan demuestra que la represión es su deporte favorito.

İmamoğlu, quien ya sobrevivió a un intento de destitución en 2019, ahora enfrenta acusaciones de corrupción y vínculos con el terrorismo. Claro, porque cuando eres el principal opositor del presidente, las «coincidencias legales» llegan justo a tiempo.

Las manifestaciones han sido recibidas con gas pimienta y arrestos masivos, mientras Erdoğan culpa a los manifestantes de «dañar al país». Porque evidentemente, el problema no es el arresto del alcalde, sino la gente que se atreve a protestar.

Así que aquí estamos, viendo cómo Turquía se convierte en una telenovela política. ¿Será este el fin para Erdoğan o solo otro capítulo en su manual autoritario? Solo el tiempo lo dirá.