El Huracán John, en un gesto de “bondad”, decidió hacer escala en Guerrero, dejando un saldo trágico de cuatro vidas perdidas y un caos que haría palidecer cualquier escenario apocalíptico. Porque, claro, ¿quién no querría un poco de destrucción para darle un poco de emoción a la rutina?

Las autoridades, en su infinita sabiduría, han declarado que las lluvias torrenciales y los vientos huracanados son los artífices de esta “fiesta” de devastación. Las familias afectadas, que ahora lloran la pérdida de sus seres queridos y lidian con la ruina de sus hogares, deben estar encantadas con esta inesperada “emoción” en sus vidas.

Mientras tanto, los servicios de emergencia se encuentran trabajando a marchas forzadas, porque evidentemente no hay nada como un huracán para mantenerlos ocupados. Y no olvidemos a los meteorólogos, quienes deben estar regocijándose ante la oportunidad de informar sobre un evento tan “interesante”. Lo que realmente se necesita es una respuesta efectiva y compasiva ante esta tragedia, pero parece que eso es pedir demasiado en medio del caos.